En libertad: Carmen Martín Gaite y el collage

Los collages demuestran que la escritora salmantina, de la que en 2025 se celebró el centenario, era muy propensa a la experimentación artística y ponen de manifiesto cómo el lenguaje icónico fue funcional a su ideal de narración abierta, desarrollado en el ensayo El cuento de nunca acabar (apuntes sobre la narración, el amor y la mentira) (1983), verdadera piedra angular de su obra. Siempre dispuesta a maravillarse con cada descubrimiento, la escritora se aventuró a la caza de instantes por las calles de la metrópoli y allí encontró también las rendijas desde las que asomarse a su interior, tejiendo hilos con su pasado y con su obra, y sobre todo con la novela El cuarto de atrás (1978). Visión de Nueva York contribuyó a transformar en narrativa el torbellino de imágenes que se sucedían ante sus ojos y se le venían a la mente durante su estancia en Estados Unidos. Ante el vertiginoso ritmo de Manhattan, Carmen Martín Gaite experimentó los límites de la narrativa lineal y aceptó el reto de contar lo simultáneo y lo inasible mediante la técnica del collage. Para narrar esta experiencia abrumadora no bastaba la pluma, se necesitaban imágenes, que corren más rápido que las palabras e incluso que los pensamientos, hasta sustituirlos. La palabra se pliega ante la imagen y se materializa en clave de pop art. Este giro le permitió llevar a cabo el ambicioso proyecto de El cuento de nunca acabar y abrió el camino a novelas posteriores, como Caperucita Roja en Manhattan (1990) y Nubosidad variable (1992). 

Todos los collages de Visión de Nueva York, más de 80, se expusieron en la Casa del Lector del Matadero de Madrid de marzo a septiembre de 2025, junto con otro famoso autorretrato-collage de 1992, publicado en la portada de la recopilación de ensayos Agua pasada (1993). La selección actual ofrece una panorámica de los temas y personajes clave, desde Edward Hopper hasta los mitos del cine, que han acompañado el descubrimiento del resplandeciente mundo americano, con sus luces y sombras, sus contradicciones y sus soledades. Mientras captura instantáneas de la Gran Manzana con humor e imaginación, la mirada de la escritora oscila entre su apartamento neoyorquino —que se convierte en esa habitación para sí misma que tanto anhelaba Virginia Woolf, donde la soledad es una conquista y no una condena— y la casa madrileña de la calle Doctor Esquerdo, representada en El cuarto de atrás y en algunos collages. En Nueva York, Carmen Martín Gaite se sintió, quizás por primera vez, una artista singular, que paseaba por las calles de la ciudad con el entusiasmo de una adolescente, daba conferencias de éxito y era apreciada por el público universitario estadounidense, también por sus reflexiones sobre la escritura femenina, que confluirían en el ensayo Desde la ventana (1987). Aceptar la estética del fragmento, el desorden creativo y lo inacabado se convirtió para ella en la única forma posible de habitar la complejidad.