Eugenio Ampudia toma prestado del Manifiesto Futurista de Marinetti su «Quememos las bibliotecas» para elaborar una de sus obras más icónicas, Fuego frío; título que conjuga en el oxímoron el afán desacralizador del movimiento vanguardista y le da un sentido nuevo, porque, al decir de Ampudia, «las cenizas serán el abono para las nuevas semillas». Al apropiarse de esta propuesta «destructora» del Manifiesto, el artista plantea una lectura irónica del movimiento de vanguardia y le da otro sentido: resignifica la acción poética y atiende a la polisemia de su verbo, pues «arder no necesariamente significa quemarse».
El fuego puede identificarse con la destrucción, pero también con el deseo o la regeneración. Es así que en esta obra su sentido se multiplica y adquiere otros posibles que nos permiten pensar en el mito del fénix.
La defensa del saber, la necesidad de poner nuevos cimientos para la cultura, la pasión de consumirse por los libros o denunciar la amenaza que supone la lectura para el pensamiento totalitario son las propuestas de reflexión de este artista.
Las llamas le sirven como motor para la búsqueda de nuevas estrategias en esa relación cultura/espectador, un modo de sacudir conciencias, como la advertencia que encarna la novela de Ray Bradbury Fahrenheit 451, que viene a ilustrar que la mejor manera de combatir la barbarie es ser hombres-libro, que es lo mismo que decir hombres libres.
Es importante traer a la memoria estos ejemplos para incidir en que, aun conociendo la importancia de la lectura como base de todas las artes y modo de comunicación y propagación de la cultura en el mundo, debemos ser nosotros los que adoptemos un papel activo a fin de conseguir que la afición por la lectura se expanda como las llamas.
Coda: El artista inició esta quema en el despacho de su propio galerista, pero en su expansión se propagó por la Biblioteca del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid (2004), la National Library de Singapur (2006), la Jordan National Gallery de Amán (2010), el Museo Carrillo Gil de Ciudad de México (2016), el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, (2016), NC-arte de Bogotá (2017), la Colnaghi Art Gallery de Londres (2017), la Sala Alcalá 31 de Madrid (2018) y, ahora, por el Instituto Cervantes.