Perro muerto en tintorería: los fuertes
Angélica Liddell convierte el teatro en una tintorería: es el lugar donde los marginados lavan la ropa de las putas que sirven a los poderosos. Los actores ocupan la misma posición social que las putas: son consentidos porque son despreciados, son objetos para el placer sin que su entrega les de derecho a ciudadanía y mucho menos a la propiedad, sobre la que se sostiene el sistema. Los cuerpos de las putas son cuerpos de alquiler, ¿a quién pertenecen? ¿A quién pertenecen los cuerpos de los actores? Por sí mismos carecen de valor: sólo lo adquieren en confrontación con el público, con la mirada que representa el poder. Pero esa mirada nunca les otorgará el derecho a una existencia autónoma.