Mi querida señorita

Adela Castro es una mujer de mediana edad, vive sola en una pequeña ciudad de provincias. En su vida diaria la acompaña su joven asistenta, Isabel, hacia la que Adela parece sentir algo más que cariño. La crisis de la identidad de la protagonista puede ser interpretada como metáfora del momento en el que se encuentra la España del ocaso del régimen franquista. Jaime de Armiñán aprovecha el debilitamiento de la censura para captar las incertidumbres relacionadas con la búsqueda de la identidad, la necesidad de liberarse de los esquemas impuestos y el descubrimiento de la sexualidad propia. La película obtuvo una nominación al Oscar y despertó muchas controversias entre los críticos de la época. Vista hoy sigue intrigando y hace pensar.