¡Bienvenido Mr. Marshall!
El pueblo de Villar del Río es uno más de los infinitos pueblos de Castilla. Pobre y olvidado, vive en la paz y en la rutina. Sólo la llegada de la cantante Carmen Vargas y de su apoderado Manolo, han dado una nota de novedad a la vida aburrida del pueblo. Esa misma mañana se presenta de pronto un delegado gubernativo, el cual anuncia que va a llegar de un momento a otro una comisión del Plan Marshall, por lo que hay que recibir como es debido «a los americanos». La vida del pueblo queda profundamente perturbada. Entre las «fuerzas vivas» no hay acuerdo sobre el modo de recibir a estos señores en su próximo paso por el pueblo. Sólo Manolo tiene una idea genial y, siguiendo sus indicaciones, Villar del Río se convierte de la noche a la mañana en un pueblo andaluz de tramoya de cartón. Las ilusiones, ante la posibilidad de recibir alguna ayuda de los americanos, florecen. Piensa todo el pueblo que los deseos de todos se verán cumplidos con la riada de dólares que los yanquis dejarán a su paso. Todos sueñan. Sólo hay un hombre que impone su altiva hidalguía a la borrachera popular: Don Luis, de sangre muy azul en las venas. Por fin llegan los americanos. Pero su caravana de coches pasa veloz por la carretera del pueblo, sin siquiera detenerse. Con el desencanto, llega la reacción gallarda: entre todos, y con ellos, el mismo don Luis, contribuyen al pago de la costosa tramoya andaluza con que se habían decorado calles y casas. Y vuelven a su vida de trabajo y de rutina, esperando siempre que la solución a la mezquindad de su vida llueva cualquier día del cielo.