Actividades culturales

Transfronterizos

Transfronterizos Joaquín Hernández, Kiki

Tres artistas que están vinculados al Estrecho, tres gaditanos, especialmente con Tánger, Tetuán y sus cercanías. Se trata de la pintora Carmen Bustamante, del pintor y dibujante, Manuel Cano y del fotógrafo Joaquín, Kiki, Hernández. Todo un encuentro con las dos orillas.


La gaditana, desde su refugio en Asilah, pinta mirando al mar de Cádiz o asomada a los atlánticos de la antigua Arcila. La minuciosa buscadora de luz, la que cuenta las olas en sus playas de arenas, la que se adentra en calmados- aunque inciertos- mares de las dos orillas. La pintora Carmen Bustamante es capaz de transportarnos al mar que cada día miran sus ojos. El mismo mar y siempre diferente. Las desnudas playas, las viejas fortalezas, el mundo en una calma que puede esconder secretos, invisibles tripulaciones que miran esos mares, esos cielos, esas orillas que han salido de su paleta. Nos invaden sin ahogarnos, son la sombra y la luz, el misterio y la tranquilidad. Sus cuadros son estas orillas dónde se llega y se sale, donde se sueña, sombras y luces de esa frontera líquida que ella sabe cruzar y contar pintando.

Manuel Cano y sus burros interesantes, atractivos, trabajadores, más o menos resignados, ligeros o cargados, a veces cargados con unas sandías que dan ganas de abrir en canal. Estos eran de los nuestros, familiares o amigos de aquellos de los campos de la España vaciada. Semovientes atrapados por la capacidad de Manuel Cano de dignificar esos hermosos modelos. Son de muchas tierras, de estas marruecas dónde tiene su refugio el artista y de la otra orilla por dónde se mueve y trabaja. No es Cano un pintor de nuestros amigos de cuatro patas, es mucho más, es uno de los más destacados del hiperrealismo, las calles, las gentes, los objetos o sus queridos animales. 

Joaquín Hernández, Kiki, tiene el tamaño de algunos de los grandes fotógrafos que han sabido patear calles, captar el carnaval de la vida, el tamaño del artista de la vida y la capacidad- como dice mi admirado fotógrafo gaditano Pablo Juliá- de saber sacar su arte de la calle. Así lo hicieron algunos de los grandes de la fotografía y de la pintura. Es un gran retratista de la vida y las gentes, sin dejar de trabajar en su estudio profesional o en improvisados estudios que monta en los días carnavaleros. En esta exposición tenemos una de sus pasiones, el enorme estudio vivo de las calles de Tetuán. Nada que ver con la fotogenia clásica de su Medina sino con atrapar la vida, los trabajos y los días de la vida de una ciudad. Viejos oficios y nuevas miradas, Kiki es capaz de colarse en las vidas cotidianas, fijarlas en un momento y acercarnos a esa belleza de lo humilde, una hermosura de la supervivencia, atrapado reflejo de un mundo condenado a la extinción.

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