Amanece que no es poco.

Gente que nace de la tierra, hombres negros hijos de padres blancos, o guardias civiles disparando al sol naciente al grito de “¡Mecagüen el Misterio!”. Amanece que no es poco podría parecer una colección incoherente de secuencias hilarantes, cuando es una de las cimas de la comedia española en la que se dan la mano la tradición del absurdo, el esperpento de Valle-Inclán, el humor más negro y sangrante de Francisco de Goya y la socarronería surrealista de Luis Buñuel. Y todo bajo el manto unificador de una sátira que no es solo humor sino el mejor retrato de un país capaz, en palabras del crítico Álvaro Arroba, “de asesinar y desacralizar sus dioses más sagrados”.