Manuel de Falla empezó a componer en 1918 El retablo de maese Pedro, obra para teatro de títeres basada en un episodio de la segunda parte de El Quijote, e instrumentada para orquesta de cámara y cantantes. Al hacerlo, aceptaba una invitación de Winaretta Singer-Polignac, que tenía proyectado el estreno de la obra en el teatro privado de su residencia en París.
La princesa de Polignac impuso pocas condiciones al compositor: solo quería que la orquesta fuese pequeña. Como recordaría más tarde, "tenía la impresión de que, después de Richard Wagner y Richard Strauss, la época de las grandes orquestas se había acabado y que sería muy agradable volver a las orquestas más pequeñas de instrumentos e instrumentistas bien elegidos". Para disgusto de la aristocrática mecenas, Falla tardó cinco años en completar El retablo. La espera, sin embargo, valió la pena, pues es una de sus obras más estimadas. Además, supone la primera incursión del compositor en el neoclasicismo, corriente estética de entreguerras liderada por Stravinsky. Los neoclasicistas rechazaban el pasado reciente y daban la espalda a los poemas sinfónicos y las sinfonías monumentales de Strauss y Gustav Mahler, con sus enormes orquestas de estilo wagneriano.
La ópera de Falla sigue con fidelidad la situación creada por Cervantes en el capítulo 26 de la segunda parte del Quijote. Don Quijote y Sancho observan como espectadores el retablo que muestra en la venta el titerero maese Pedro, con la historia de Gaiferós y Melisendra, inspirada en los romances del ciclo carolingio. Mientras maese Pedro maneja los muñecos, un muchacho, el trujamán, narra la historia: la bella Melisendra se encuentra encerrada en una torre, prisionera de los moros en la ciudad de Sansueña. A su rescate llega desde París su esposo don Gaiferós, obligado a ello por el emperador Carlomagno. Don Quijote, tan buen conocedor del romancero, corrige dos errores en la narración del trujamán. Al tercer error, el Caballero de la Triste Figura, incapaz de separar la literatura de la vida, se levanta y destroza el teatrillo descabezando a los títeres.
Inicialmente, Falla tenía un plan algo extravagante con relación a la representación de los personajes. Para Melisendra, don Gaiferós, su caballo y el rey moro se emplearían pequeños títeres de mano. Para los personajes de carne y hueso (don Quijote, Sancho, Maese Pedro, el trujamán y el público), Falla quería utilizar títeres de tamaño natural, o sea, Über-marionetten. Los tres cantantes (Don Quijote, Maese Pedro y el trujamán) se situarían junto a la orquesta, igual que en Les noces de Stravinsky. A lo largo del proceso creativo, cuestiones prácticas forzaron a Falla a modificar este complicado plan y a servirse de actores para los papeles de don Quijote, maese Pedro, y el trujamán. Sin embargo, en su concepción ideal, ningún personaje de la obra sería de carne y hueso.