Regreso al punto de partida

Dos mujeres que vuelven al hogar, al pueblo, después de años fuera del país. Y lo que encuentran no son sólo recuerdos, sino raíces, algo que no han conseguido dejar atrás y que de repente aparece como un espejo y no como un peso del que hay que deshacerse. Dos películas que se tienden la mano, donde se habla de cómo la cultura que se adquiere, los libros, el arte, necesita tener una tierra en la que crecer y arraigarse, pues una cultura sin raíces es como una hoja volandera.

Con el viento muestra cómo todo tipo de creación, de artificio, en el fondo nace de una serie de hábitos inconscientes, de reflejos pálidos, que tienen como eslabón primero el vientre de una madre. Por eso, a la patria perdida se le llama madre patria. Esta película supone otro regreso, pero no es un viaje al pasado, sino un situarse delante del espejo a preguntarse de dónde viene todo y por qué todo adquiere sentido pleno cuando se sitúa de frente a algo sabido pero que hay que aprender de nuevo.

Los paraísos perdidos nos habla de un país que nunca se volverá a encontrar pues fue devastado y las ruinas no dan pistas de cómo reconstruirlo. Ese país es la España republicana, creada sobre un anhelo de cultura. Por eso, la tarea de la mujer que regresa es recomponer los trazos de ese pasado a partir de conversaciones inacabadas, textos fragmentarios y libros no leídos. Y ese trabajo se convierte en una metáfora de lo que tuvo que hacer la llegada de la democracia en España: una tarea de reconstrucción de valores olvidados.