La hiedra
Azucena, de treinta años, espía a los adolescentes de un hogar de acogida. Busca fragmentos de su pasado en sus juegos y en su sentido de hermandad, impulsada por un evento traumático que marcó su adolescencia y la dejó suspendida en el tiempo. Su interés se centra especialmente en Julio, un chico de diecisiete años. Sus mundos sociales son distantes, pero sus heridas, risas y descubrimiento mutuo los conducen a un viaje edípico que los lleva a las rocas de un volcán. Allí, lejos de todo, estos dos personajes, marcados por la ausencia, se transforman en algo más.
