Paseando por el Prado
Mucho antes de que la expansión de las vías del tráfico urbano redujera el paseo del Prado a un telón de fondo para el Museo del Prado, españoles y extranjeros de todo tipo iban simplemente al Prado. Durante el siglo XIX y principios del XX, fue lugar de encuentro a todas horas y ubicación habitual de ferias: una frontera cultural en una ciudad creciente, en la que los pasatiempos rurales y urbanos coexistieron, se enfrentaron, y finalmente se fundieron para dar lugar al ocio moderno. Dominando la zona, el Museo Real, fundado en 1819 y nacionalizado en el periodo revolucionario de 1868-1870, prometía ensalzar la gloria de la nación. No obstante, su diverso público no dejaba de compararlo con los lugares de celebración, entretenimiento y comercio. A primera vista, se supondría que con el paso del tiempo los españoles simplemente perdieron el interés hacia los pintorescos puestos de feria y, en cambio, aprendieron a disfrutar contemplando las pinturas y esculturas en el museo. Pero, en realidad, la cosa no fue tan sencilla.