Tras las huellas suecas de Carlos Casares
La relación de Carlos Casares con Suecia comienza en 1972 en un tren camino de Santiago de Compostela, en donde conoce a una joven sueca, Kristina Berg, natural de Halmstad (Halland), que se dirigía desde Bilbao a La Coruña a ocupar su puesto de radiotelegrafista en un buque a punto de zarpar hacia América. Se casaron dos meses después de este encuentro y ese verano ya lo pasaron juntos en Suecia.
Ahí comienza una de las encrucijadas que modelaron la vida de Casares. Uno de sus efectos, quizás el más decisivo, fue el descubrimiento y la progresiva identificación con la socialdemocracia sueca abandonando el castrismo de corte social-cristiano que caracterizaba hasta entonces su pensamiento y sus escritos. Desde entonces, meses de verano y parte de las fiestas navideñas pasó a disfrutarlas en el entorno familiar de Halmstad. Estancias, excursiones, amistades, lecturas y escritos sobre su país de adopción, definieron gran parte de su vida y dejaron huella en su obra.
Carlos Casares (Ourense, 1941- Vigo 2002) es una de las figuras centrales de la literatura gallega del último tercio del siglo XX. Su producción escrita abarca un amplio catálogo de géneros entre los que se encuentran el relato breve, la novela, la literatura y el teatro infantil, el periodismo literario y el ensayo biográfico. Tradujo al gallego a autores como Antoine de Saint-Exupéry y Ernest Hemingway, entre otros. Fue director de la Editorial Galaxia, miembro de la Real Academia Galega y cofundador y presidente del Pen Club de Galicia (hoy Centro Pen de Galicia), entre otros cargos. Recibió numerosos premios y reconocimientos y gozó de la amistad estrecha de grandes escritores españoles y extranjeros contemporáneos, entre los que estuvieron los suecos Lasse Södeberg, Artur Lundkvist y Tomas Tranströmer.