Los amantes astronautas
Pedro llega a la costa y se reencuentra con Maxi, a quien no ve desde que era niño. Con la intención de darle celos a su exnovia, Maxi le pide a Pedro que simule ser su novio. Pedro acepta divertido, pero no advierte que este juego puede volverse real.
Berger es de los pocos directores que todavía toman la homosexualidad masculina como tema. No es moderno, es de la vieja escuela: la película no naturaliza nada, la atracción entre los protagonistas es el centro de la trama, no es algo que esté resuelto ni que se dé por sentado. Para decirlo rápido en términos filosóficos, pero también cinematográficos: el deseo es un problema. Berger ve con extrema lucidez que hay ahí algo que merece ser contado; ve incertidumbre y tensión; ve un inventario de bromas repetidas con las que se sublima la incomodidad. Lo que advierte, en definitiva, es el territorio del drama. Berger quizá sea el gran cineasta testigo de lo que se resiste a ser domesticado