Las siete últimas palabras
Alrededor de 1785, Joseph Haydn, recibió un encargo de un marqués muy rico que vivió una vida piadosa como sacerdote en Cádiz. Encargó siete meditaciones instrumentales para orquesta, con los siete crucifijos de Jesús. La pieza se escucharía en la Iglesia del Rosario, durante el sermón del Viernes Santo. Haydn escribió siete adagios y adaptó su composición para piano y cuarteto de cuerdas. El resultado es un trabajo profundamente conmovedor y una obra maestra de la composición. Haydn aplica los contrastes de la manera más sutil, para que el oyente, a pesar de la cadencia llevada de siete movimientos lentos, permanezca conmovido hasta la última nota.
En 1840, el español Francisco Asenjo Barbieri añadió una sublime parte de flauta. Esta versión para cuarteto de cuerdas es muy popular.