Recuerdos de Tánger. Tánger visto por un orientalista español del siglo XIX
La proximidad de Tánger a la Península Ibérica hizo que la ciudad del Estrecho se convirtiera en el siglo XIX en un lugar de atracción de viajeros, artistas y comerciantes españoles, pero sobre todo, de personas en busca de fortuna más al alcance de la mano que la lejana América hacia donde tantos habían marchado en los últimos siglos.
Tánger a fines del siglo XIX ya no era ese mundo lejano en el tiempo que describía el viajero Domingo Badía i Leblich, conocido como Alí Bey, separado por veinte siglos a pesar de que físicamente tan solo distaba “dos leguas y dos tercios”. Viajar a Tánger ya no era transportarse a otro planeta, situarse en el otro extremo de la cadena de la civilización como aseguraba en 1814 el viajero catalán.
La ciudad que era nos la describe este arabista y viajero granadino, Antonio Almagro Cárdenas, nacido el 27 de agosto de 1856, tal y como la descubre en septiembre de 1881 cuando realiza lo que denomina una “expedición” a la ciudad, con el objeto de cumplir una misión de estudio sobre la lengua árabe hablada en Marruecos. Sus impresiones sobre la ciudad las dejará escritas en este libro manuscrito, Recuerdos de Tánger, conservado inédito hasta hoy en la Biblioteca Nacional de Madrid y permiten acercarnos a sus gentes, a sus calles a través de una óptica particular, marcada a cincel por los prejuicios y estereotipos que en aquel tiempo corrían por España.
Antonio Almagro y Cárdenas será una persona de carácter pintoresco, uno de esos personajes polifacéticos de la España de la segunda mitad del XIX. Fue un “hombre de originalidad sorprendente, uno de esos hombres que tienen cosas, rarezas, rasgos salientes, genialidades” que la gente refería como “¡Cosas de Almagro!”, según la descripción que de él hace Luis Seco de Lucena en su libro Mis memorias de Granada.