En 1924/25, el pintor Joan Miró realizó varios dibujos y pinturas sobre el tema del campesino español. Reducido a un conjunto de signos rudimentarios, el campesino de Miró es, al mismo tiempo, una figura de simplificación elemental y de expansión visionaria. En muchos sentidos, esta dicotomía concuerda con la vacilación artística de Miró entre la poética trascendental del surrealismo bretoniano y su asociación de los jornaleros rurales con la tierra y con los procesos corporales derivados de las tradiciones catalanas.
Las contradicciones del campesino robusto y etéreo a la vez de Miró se contrastan, en la segunda mitad de este artículo, con la visión "documental" más oscura de la suerte del campesino presentada en la película de Luis Buñuel Las Hurdes o Tierra sin pan de 1933. Siguiendo la estela de las dos películas surrealistas anteriores de Buñuel, coautor con Salvador Dalí, Tierra sin pan ofrece un relato pseudodocumental de habitantes rurales aislados del mundo moderno y reducidos a una condición cercana a la inanición: una concepción que no dista mucho de la imagen de los campesinos italianos de la misma época presentada en la novela de Carlo Levi Cristo se paró en Éboli (1945). Aunque el reduccionismo y la "bassesse" batailleana de la concepción que Buñuel tiene de sus habitantes rurales podría remitirnos a Miró, no hay ninguna dimensión redentora en su visión. Esto se relaciona, en la práctica, con sus adscripciones políticas de su práctica. En última instancia, se demuestra que las simpatías comunistas y antifascistas de Buñuel producen una construcción del campesino alternativa a la producida a través de los imperativos del catalanismo anterior de Miró.