La disminución del tamaño del diccionario por las voces que lo abandonan con cada nueva edición es apenas perceptible. Los espacios que resultan, los huecos entre palabras todavía vivas y de entre las cuales se ha desprendido una palabra obsoleta, redundante o muerta, son ocupados por nuevas voces que ocultan ese vacío.
¿A dónde van las palabras que ya no están? Quedan cobijadas en antiguas ediciones del diccionario, pero pierden la voz. Ni se les ve, ni se les escucha.
La pérdida del sonido es lo que ha llevado a Giusseppe Domínguez y Marta PCampos a componer una acción en la que la protagonista es la sonoridad perdida, debilitada de las palabras. Ellas serán escritas y pronunciadas como si fuesen parte de un relato que ya no nos pertenece.